Espejos

Febrero de 2009. Ha llovido bastante desde la última carta que te escribí. Me parece una idiotez enviar cartas sin destinatario, acabarían en la papelera de la oficina de correos. Pero hoy necesito contarte algo, y una vez lo haya hecho, destruiré o acabaré tragándome mis palabras, te lo prometo. Y no sabes cuánto me alegro de que ya no estés aquí, porque no te gustaría ver cómo han ido las cosas últimamente. Las tormentas y el viento, girando en torno a la casa, han arrasado con casi todo. Yo, en realidad, también me fui, aunque siga caminando descalzo en la noche, pisoteando los pedazos de cristal esparcidos por el suelo de todos los espejos que se rompieron, me fui detrás de ti, porque en cada trozo de cristal aparecía tu imagen y yo me abrazaba a los cristales y luego sangraba feliz. A veces también aparecía mi propia imagen en esos cristales y entonces me veía a mí con la mirada esquiva, huidiza, o por el contrario, con unos ojos brillantes de amenaza. Me sentía como un boxeador peleando contra su sombra, encajando sus puñetazos. Así que salí a buscarte por la costa entera, sin éxito. Pensé que nunca más podría tocarte o estrecharte entre mis brazos (lo pensé porque lo sabía), y a pesar de todo te busqué. Y ahora estoy sentado en las rocas de una playa desierta, los pies postrados en la arena blanca, los ojos vertidos en el agua del mar o en un sueño salado donde las olas son espejos que me devuelven, una tras otra, cada una de las imágenes que ya me mostraron los cristales rotos de nuestra casa. Y yo las miro (¿qué podría hacer si no?), y esa repetición de imágenes acaba por mezclarse en mis sesos y en ocasiones se presentan nítidas, vivaces, pero también aparecen otras borrosas, que se apagan entre las olas del mar; siempre son personas que conozco, que intentan acercarse y decir algo o alejarse para no escuchar. Pero sobre todo somos nosotros, que estamos pero no estamos (o no sabemos dónde estamos), que somos mucha gente y no somos nadie. Podemos permanecer callados dejando que el tiempo se consuma y la locura se consuma, pero yo prefiero seguir hablando solo y buscarte donde no pueda encontrarte para no quererte tanto.

1 comentario:

Alpe d´huez dijo...

Más que una carta esto es un pedazo de postal!!!

siga usted hablando solo
(y bebiendo acompañado)